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lunes, 23 de agosto de 2010

Un realismo mágico...


A comienzos de agosto de 1967 , García Márquez acompañó a Mercedes a la oficina de correos para mandar a Buenos Aires el manuscrito terminado. Parecían dos supervivientes de una catástrofe. El paquete contenía cuatrocientas noventa páginas mecanografiadas.
Tras el mostrador, el funcionario de la estafeta anunció: “Ochenta y dos pesos”. García Márquez observó a Mercedes rebuscar en el monedero. No tenían más que cincuenta pesos, de manera que sólo pudieron mandar una mitad del libro: García Márquez hizo que el funcionario fuese quitando hojas, como si se tratara de lonchas de jamón, hasta que los cincuenta pesos bastaron. Volvieron a casa, empeñaron la estufa, el secador y la licuadora. Regresaron a la oficina de correos y enviaron el segundo bloque. Al salir, Mercedes se detuvo y se volvió a su esposo:
“Oye, Gabo, ahora lo único que falta es que esa novela sea mala”.

1 comentario:

  1. ja, que la novela sea mala. Impresionante!!!. Por otra parte, hay que creer en uno mismo.

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